Hoy, con motivo del 10º aniversario del comienzo de la guerra de Irak, os traigo una entrada protagonizada por el artículo que escribió el 8 de Abril de 2003 el filósofo político Michael Walzer, del que podríamos decir que su trabajo fundamental "Guerras justas e injustas", publicado en 1977 al socaire de la guerra de Vietnam, a la que calificó de guerra injusta, "ha marcado los desarrollos posteriores de la reflexión sobre la relación entre guerra y justicia hasta convertirse en el texto clásico del tratamiento moderno del tema".
Walzer con sus teorías sobre la guerra justa constituyen una actualización de las doctrinas clásicas sobre: "ius ad bellum" : finalidades por las que se hace la guerra y "el ius in bello" : medios con los que se conduce la guerra). Preguntas fundamentales como cuáles son las causas justas para hacer uso de la fuerza o qué reglas de conducta se deben seguir en la guerra centran el pensamiento del señor Walzer en torno a la guerra justa, que según él, siempre ha de ser una guerra limitada en el alcance y en los medios. Así, para Walzer, la guerra justa es fundamentalmente una respuesta frente a una agresión (violación de soberanía política y de la integridad territorial de un estado), que debe ser conducida de modo moral (evitar sufrimientos a civiles, proporcionalidad, no hacer uso de instrumentos o métodos inmorales, como las armas nucleares o las violaciones sistemáticas de mujeres).
Los análisis de Walzer en
la pasada década nos sitúan frente a una variedad de situaciones que le llevan
a conclusiones diferentes. Por ejemplo, el caso de la guerra del Golfo en 1991,
se muestra favorable a la intervención estadounidense contra Sadam Hussein, al
tratarse de una respuesta a un acto de agresión, aunque plantea matices y
algunas críticas en torno a determinadas conductas de la coalición armada. En
el caso de Bosnia se muestra partidario de la intervención limitada, por varias
razones: por una parte, las víctimas de la tiranía o del odio étnico no pueden
ejercer su derecho a la autodeterminación y, por otra parte, no se puede
recurrir a soluciones del pasado (fideicomiso o protectorado) ya que no son
aceptables en los tiempos actuales.
Sin embargo, Walzer se
mostró muy crítico con los bombardeos de la OTAN, en 1999, sobre Serbia y
Kosovo, por tratarse de acciones que no cumplen las exigencias ni de la
política ni de la moral, puesto que no lograron su objetivo de acabar con la
limpieza étnica ni asumieron una posicion moral viable. La reacción de Walzaer
frente a los ataques del 11-S y la consecuente campaña de EEUU contra los
talibanes de Afganistán se centró en dos preocupaciones (proporionalidad de la
respuesta y adecuación de los medios a la lucha contra el terrorismo),
apuntando sobre todo a la necesidad no sólo de "defender nuestra vida,
sino nuestro modo de vida", en el sentido de no actuar contra personas
inocentes, como hacen los terroristas, ni de violar los principios del estado
de derecho.El ius in bello, cómo
llevar a caba la guerra contra el terrorismo constituye el centro de su
reflexión en torno a la conducción de la guerra justa tras el 11-S.
Tras un breve repaso a las
ideas de Walzer relacionadas con las guerras justas o injustas, les dejo con el
artículo, que si no se lo leyeron en su momento, está bien que se lo lean y reflexionen.
La guerra contra Irak ¿Es una guerra justa?
Michael Walzer 8 ABR 2003
Es una pregunta muy concreta. No se refiere a si
la guerra es legítima conforme al derecho internacional, ni a si es política o
militarmente prudente librarla ahora (o nunca). Sólo pregunta si es moralmente
defendible: ¿justa o injusta? Dejo el derecho y la estrategia a otra gente.
La guerra de Sadam es injusta, aunque él no
iniciara los combates. No está defendiendo su país frente a un ejército
conquistador; está defendiendo su régimen, el cual, teniendo en cuenta su
historial de agresión en el extranjero y brutal represión en el interior, no
tiene ninguna legitimidad moral, y se resiste a desarmar a su régimen, como le
ordenó Naciones Unidas, aunque luego no le obligara a obedecer. Ésta es una
guerra que él podía haber evitado cumpliendo sencillamente las exigencias de
los inspectores de la ONU, o, al final, aceptando el exilio por el bien de su
país. Es cierto que la defensa propia es el caso paradigmático de guerra justa,
pero lo de propia se refiere a un colectivo, no a una sola persona o a una
pandilla de tiranos que se aferra desesperadamente al poder, independientemente
del coste para la gente de a pie.
La guerra de EE UU es injusta. Aunque desarmar a
Irak es un objetivo legítimo, moral y políticamente, es un objetivo que casi
con toda certeza habríamos podido conseguir con medidas que no fueran una
guerra a gran escala. Siempre he rechazado el argumento de que la fuerza es el
"último recurso", porque a menudo, como los franceses demostraron
este otoño e invierno pasados, la idea de "último" es meramente una
excusa para posponer indefinidamente el uso de la fuerza. Siempre hay algo más
que hacer antes de lo que viene en último lugar. Pero la fuerza era necesaria
para todos los aspectos del régimen de contención, que era la única alternativa
a la guerra, y fue necesaria desde el principio. Las zonas de restricción de
vuelos y el embargo requirieron medidas enérgicas casi todos los días, y los
inspectores regresaron a Irak sólo gracias a una amenaza creíble por parte de
EE UU. La fuerza no es una cuestión de todo o nada, y no es una cuestión de
primero o último (o de ahora o nunca); su uso tiene que ser oportuno, y tiene
que ser proporcionado. En marzo de 2003 se podría haber hecho frente a la
amenaza que representa Irak con algo que no fuera la guerra en la que ahora
estamos metidos. Y una guerra librada antes de su momento no es una guerra
justa.
Pero ahora que estamos en ella, espero que la
ganemos y que el régimen iraquí caiga rápidamente. No voy a manifestarme para
que pare la guerra mientras Sadam siga en pie, ya que eso reforzaría su tiranía
en el interior del país y le convertiría, una vez más, en una amenaza para
todos sus vecinos. Mi discusión con los que se manifiestan en contra de la
guerra depende de la justicia relativa de dos desenlaces posibles: o una
victoria estadounidense, o todo lo que no lo sea, que Sadam podría considerar
como una victoria suya. ¿Pero -preguntarán algunos de los manifestantes- no
validaría el primero la desastrosa diplomacia de la Administración de Bush que
condujo a esta guerra? Sí, podría ser, pero, por otro lado, el segundo final
validaría la diplomacia francesa, igualmente desastrosa, que rechazó todas las
oportunidades para ofrecer una alternativa a la guerra. E, insisto, reforzaría
el juego de Sadam. Pero hasta la gente que estaba en contra de iniciar esta
guerra puede todavía insistir en que debería dirigirse conforme a los dos
compromisos cruciales asumidos por la Administración de Bush. En primer lugar,
que se haga todo lo posible por evitar o reducir las bajas civiles; éste es el
requisito esencial para que haya jus in bellum, justicia en la forma
de dirigir la guerra, que todos los ejércitos en todas las guerras están
obligados a cumplir, independientemente de la moralidad de la guerra en sí. En
segundo lugar, que se haga todo lo posible por garantizar que el régimen
pos-Sadam sea un Gobierno de, por y para el pueblo iraquí; éste es el requisito
esencial de lo que podría denominarse jus post bellum, la parte menos
desarrollada de la teoría de la guerra justa, pero, evidentemente, importante
estos días.
Puede que la democracia sea una aspiración
utópica, dada la historia de Irak y los antecedentes en política exterior de EE
UU en estos últimos cincuenta años; desde luego, no es fácil imaginar que se
consiga. Pero es fácil imaginar algo mejor que el partido Baaz en Bagdad y
estamos moralmente obligados a perseguir un acuerdo político en el que quepan
shiíes y kurdos, independientemente de las dificultades que implique. Las
críticas al unilateralismo estadounidense deberían centrarse por el momento en
el esfuerzo para lograr un final justo para esta segunda guerra del Golfo. Y
también deberían hacerlo las críticas a la irresponsabilidad europea. Estados
Unidos necesitará ayuda en Irak (como también la necesitó y sigue necesitándola
en Afganistán), y eso inmediatamente plantea dos preguntas: ¿estamos dispuestos
a pedir a otros países, o la ONU como su representante, que desempeñen una
función importante en la reconstrucción política y económica de Irak? Y, ¿están
Francia, Alemania y Rusia dispuestas a desempeñar esa función, que implica
responsabilizarse, junto con nosotros, de que se consigue un resultado decente?
Estos tres países no estuvieron dispuestos a asumir ninguna responsabilidad en
un régimen serio de contención antes de la guerra; ni tampoco estábamos
nosotros dispuestos a invitarles a participar en un régimen así.
Nosotros nos comprometimos, demasiado pronto, con
la guerra; ellos se comprometieron desde el primer momento con la pacificación.
Un esfuerzo de cooperación para llevar la decencia política a Irak, y para
ayudar a reconstruir la economía del país, podría empezar a crear un punto
medio en el que el multilateralismo pueda arraigar. Y luego podemos ponernos a
trabajar en el historial de la Administración de Bush en lo que respecta al
medio ambiente, y su oposición al Tribunal Penal Internacional, y su
cancelación del tratado sobre prohibición de pruebas, y su derecho a un poder
hegemónico más allá de todo desafío, y...
Michael Walzer es
profesor de Ciencias Sociales en el Instituto de Estudios Avanzados de
Princeton; autor, entre otros ensayos, de Guerras justas e injustas. ©
Michael Walzer / Dissent Magazine, 2003. Traducción de News Clips.
Finalizado el artículo... les vuelvo a hacer la pregunta...
¿OS PARECIÓ JUSTA LA GUERRA DE IRAK?
¿QUÉ OS PARECE EL ENFOQUE DEL ARTÍCULO PASADOS 10 AÑOS?
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